Una hija llamada Lorca
El pasado año 2016 fue especialmente trágico en el mundo de la música: muertes continuas que se acrecentaron hacia final de año. En los últimos días moría un músico histórico cada día. Uno de los más sentidos fue Leonard Cohen, poeta canadiense fascinado por el Mediterráneo, por Grecia, por España y por la figura de Federico García Lorca, del que adaptó alguno de sus poemas; tanto, que llamó Lorca a su única hija. De hecho, aprendió sus primeras nociones de guitarra con un joven español que conoció en un parque cerca de su casa en Montreal- Con ello,y con su talento para construir evocadoras letras, compuso maravillas como este Suzanne.
Aquí tenemos una interesante biografía sobre su vida que se ha reeditado recientemente.
Alberto Manzano Leonard Cohen. La biografía CÚPULA
En la hecatombe que ha sufrido el mundo de la música el pasado 2016, una de las muertes más sentidas ha sido la de Leonard Cohen. En una primera línea ya indiscutible, con conciertos casi hasta el último día y un disco estrenado que se ha considerado de los mejores del año, el canadiense estaba no solo activo, sino en plena producción. A la espera de todo el material que se despliega en estos casos y sin que hayan pasado dos meses de su fallecimiento, Cúpula se ha aprestado a reeditar la biografía que en tiempos escribió Alberto Manzano sin ningún añadido, se queda en 2012, justo donde se cerró.
Manzano tiene la ventaja y tuvo el honor de haber sido amigo personal de Cohen, y ello supone que dispone de fotos de su propio archivo personal y de declaraciones íntimas y exclusivas, que utiliza sin llegar a saturar. También es conocida su pulcra labor de traductor, sobre todo de letras de rock, así que la cantidad de textos empleados, quizás un poco excesiva, goza de buenas hechuras poéticas en castellano, sobre todo si pensamos que dedica tanto espacio por lo menos a su labor lírica que a su carrera musical.
De familia pudiente y extremadamente religiosa, pero no obsesiva, se intenta explicar muchas de sus imágenes aludiendo al hogar donde se formó, aunque no fuera muy diferente su infancia de la de cualquier niño con sensibilidad y posibles. Este es uno de los vértices de su escritura, los otros son sus estancias en Grecia, sus amores –o su obsesión por Nico, perfectamente retratada-, Lorca, que descubre al azar en la biblioteca de casa y la famosa escena del guitarrista: ve en un parque a un joven español tocando la guitarra flamenca que le enseña los primeros acordes. Eso le marcará la vida como músico, entre las imágenes bíblicas y el aliento beat.
Todo ello, junto con su gusto por la canción folk comprometida, conforma su selecto y personal mundo, hecho asimismo de nocturnidad y bares que recorre incluso de adolescente, empapándose de oscuridad. Así, al comenzar su carrera de músico ya maduro, su voz aparece empapada de todas estas cuestiones. Eso explica qué hace de ‘Suzanne’ una canción tan especial, de fraseo tan indolente y emocionante; el leer cómo está grabada ayuda a explicar el ambiente que se crea en cada habitación en donde se escucha.
A partir de aquí, un recorrido en estilo periodístico por su segundo disco, arreglos recargados en unas canciones que un Cohen bisoño no supo explicar como quería y las depresiones antes de cada grabación, grabaciones que el libro acomete así en general, nunca canción a canción. Sus problemas con Phil Spector y su retiro a santuarios budistas también ocupan capítulos importantes; aunque lo más prodigioso y atractivo, en todo caso, son sus opiniones sobre la música, el amor, la religión.
En definitiva, un buen libro sobre música, porque consigue el objetivo que debe conseguir: que entendamos mejor, que resulten más luminosas las canciones que aborda. Unas canciones que tras la lectura, se revelan más valiosas, más significativas, más emocionantes.