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Aparece la casa de las oscuras golondrinas de Bécquer


No es imprescindible situar determinados símbolos poéticos en el exacto lugar donde se ubican. Son símbolos, con ellos ya se cierran sobre sí mismos y, para un estudio del texto, no aportan nada. Sin embargo, el lector curioso puede resultar interesante recorrer el paseo donde está el olmo viejo de Machado, la casa donde residía la Andrea de Nada o, como en este caso, el balcón becueriano donde volvían sus golondrinas-

Andrés Gómez-Barba

ABC 16/03/2019


Hubo un tiempo -entre 1859 y 1860—en que un joven Gustavo Adolfo Bécquer era asiduo de las tertulias musica les y literarias que se organizaban, todos los viernes, en uno de los dos pisos que la familia Espín tenía alquilados en la segunda planta del número 21 y 23 de la madrileña calle de la Justa. Su gran afición por la música y su deseo por consolidarse como un autor de libretos de zarzuela propiciaron que se convirtiera en un habitual de ese domicilio que fue inspiración para sus «Rimas» y escenario de su amor imposible hacia Julia Espín. Durante cerca de un siglo, los especialistas en el autor de las «Leyendas» dieron por desaparecida aquella vivienda, pues pensaron que el inmueble fue destruido al construirse la Gran Vía. Sin embargo, el poeta Juan Carlos de Lara, después de realizar una ardua labor de investigación, ha dado con la ubicación original de un domicilio que actualmente se halla en el número 5 de la calle de los Libreros. Fruto de sus indagaciones ha surgido el libro «El balcón de las golondrinas. El hallazgo de la casa que fue escenario de las “Rimas” de Bécquer» (Alfar).

Comenta este autor que, «a pesar de que el balcón de las golondrinas forma parte de nuestra memoria colectiva desde los primeros versos de la rima LIII —posiblemente los más populares de toda la poesía española—, el desconocimiento que se seguía teniendo de su ubicación hacía de este escenario un hueco sin cerrar en la biografía de Bécquer».

La casa madrileña donde la familia de Julia Espín, la mujer que inspiró la mayoría de las «Rimas», celebraba sus veladas musicales y literarias es «de paso obligado a la hora de poner en pie el contexto sociocultural y humano de esos versos», dice De Lara. «Por esta razón siempre ha sido objeto de curiosidad por parte de los estudiosos, sin que ello se haya traducido en su localización. Por el contrario, la gran variedad de afirmaciones no coincidentes producía desconcierto. Incluso se había dado por desaparecida esa vivienda y, por tanto, el balcón de las golondrinas, deduciendo que había sido derribada al construirse la Gran Vía. Por todo ello decidí investigar sobre este asunto».


Trabajo «detectivesco»

Para la elaboración de este libro, el poeta onubense ha realizado un intenso trabajo «detectivesco» en el que ha indagado en bibliotecas, archivos, hemerotecas, etc. «Admitiendo que la búsqueda del balcón de las golondrinas tiene algo de vaporosa, mi investigación se ha basado en la utilización de otras fuentes que permanecían inéditas y que han sido tratadas con la metodología de los estudios históricos. Acceder a este tipo de materiales ha necesitado de la visita a bibliotecas, registros, archivos y hemerotecas donde ha sido posible encontrar el tejido documental que ha permitido identificar de manera definitiva la casa que hoy ocupa el número 5 de la calle de los Libreros de Madrid como el escenario donde se gestaron las “Rimas” de Bécquer», asegura. «Y saber que, si las golondrinas que siempre han acompañado al poeta en su fama alguna vez colgaron realmente sus nidos en el balcón de Julia Espín, lo hicieron con toda certeza en uno de los existentes en su segunda planta», admite.

Comenta De Lara que la gran diversidad de afirmaciones, propuestas y opiniones no coincidentes que se habían dado sobre la situación de la casa de los Espín «me llevaron a constatar la existencia de un serio problema metodológico en las investigaciones sobre el tema o, sencillamente, la propia ausencia de ellas».

El poeta onubense afirma también que más que la vivienda en sí, lo que más influyó en Bécquer para inspirarse en sus «Rimas» fueron «las vivencias que encerraron sus paredes». «En su segunda planta la familia Espín tenía su domicilio, concretamente en el piso derecho, y una “pieza” muy amplia en el izquierdo, donde don Joaquín, padre de Julia y prestigioso músico, con certeza tendría su lugar de trabajo. Probablemente las veladas musicales y literarias a las que Bécquer asistió y de donde nacieron las “Rimas” se desarrollaron en este último lugar, que tendría un espacio más diáfano para conciertos y bailes», plantea.

Según Juan Carlos de Lara, la vivienda es una típica construcción del Madrid de mediados del siglo XIX, levantada entre 1851 y 1852, que se distribuye en planta baja, piso principal, dos pisos secundarios y sotabanco. «Felizmente, conserva intacta no sólo su estructura, sino los balcones, las barandillas de las escaleras y los enrejados superiores de las puertas, así como una magnífica chimenea estilo Napoleón III en el piso que fue domicilio de la familia Espín».


Un amor más allá de lo literario

Preguntado por si hubo algún tipo de relación entre Julia Espín y Bécquer o si se trató sólo de un amor platónico idealizado a través de las «Rimas», este estudioso de la obra del poeta sevillano afirma que, «como ha expuesto Jesús Rubio, uno de los mayores especialistas en Bécquer, la presencia del poeta en el salón de los Espín sin duda estuvo motivada por su desmedida afición por la música y el deseo de abrirse camino como autor de libretos de zarzuela. De hecho, el hallazgo de “El Talismán”, zarzuela con libreto de Bécquer y García Luna y música de don Joaquín Espín, refuerza esta idea y evidencia que los vínculos del poeta con la familia Espín eran consistentes. En este contexto, los contactos iniciales de Bécquer con Julia, que estarían en el terreno de las educadas felicitaciones ante las interpretaciones musicales de ella durante las veladas, probablemente se dilataron gracias al profundo conocimiento que él tenía del mundo operístico. A partir de ahí, la extraordinaria presencia del poeta en los álbumes de Julia revela que la relación se hizo extensa, compleja y singular. La mayoría de las “Rimas” no parecen haber sido inspiradas por un amor literario o mantenido en secreto».

Por otra parte, dice que, «a los ojos de la familia Espín, la imagen de Bécquer, recién salido de una grave enfermedad y con apuros económicos, debía de distar bastante de la de un hombre de provecho con el que pensar en un futuro». «No olvidemos que la carrera operística de Julia Espín prometía demasiados triunfos como para hipotecarlos con un hombre sin oficio ni beneficio. Por ello, si consideramos el encorsetamiento en el que se movían las jóvenes casaderas de la burguesía de la época, habría que revisar la imagen negativa que sobre Julia se fraguó entre los becquerianistas, que la han presentado como alguien insensible a las pasiones del poeta».

Para De Lara, las rimas XL y XLIX sugieren que Bécquer mantuvo el contacto con Julia después de que el poeta dejara de frecuentar estas tertulias musicales y literarias en la segunda mitad de 1860. Así también lo podrían confirmar varias reseñas del poeta en «El Contemporáneo» a principios de 1861 en las que, probablemente, «es la pluma de Bécquer la que describe lo ocurrido en varias soirèes madrileñas a las que asistió la Espín». Esta fue cantante de ópera y actuó en teatros de varios países europeos. En 1873 se casó con Benigno Quiroga Ballesteros, que fue ministro de la Gobernación, con quien tuvo tres hijos. «Julia murió en Madrid el 19 de diciembre de 1906, pero tuvo tiempo de conocer la fama excepcional de las “Rimas” de Bécquer».

El libro está también acompañado de un abundante material gráfico. Estas imágenes vienen a potenciar el trabajo de investigación que ha realizado JuanCarlos de Lara.

En estos dos pisos «viven en la actualidad unas familias que, como propietarios en un caso e inquilinos en el otro, no tienen ya ninguna relación con ellos», afirma De Lara. «Aprovecho para agradecerles nuevamente la sensibilidad con la que acogieron esta investigación y las facilidades que brindaron para obtener fotografías», apostilla.

Por otro lado, comenta que el estado de conservación del edificio es bueno. «Ojalá algún día se pueda habilitar ese espacio para darle soporte material a todo lo que suscitan las “Rimas” de Bécquer. Al menos, sería una buena iniciativa colocar un azulejo en su fachada».

Finalmente, preguntado sobre lo que va a aportar su estudio a la ya abundante bibliografía becqueriana, Juan Carlos de Lara sostiene que «el hallazgo del balcón de las golondrinas y de los salones en los que Gustavo Adolfo Bécquer y Julia Espín tuvieron sus encuentros y desencuentros le aporta consistencia física a lo que en la poesía es sugerencia y nos aproxima a ese maravilloso crisol de vida cotidiana en que se hace toda buena literatura».



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