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La blancura del crimen



La literatura policíaca escandinava es la más prestigiosa hoy en día en el mundo. Tan fría y desolada como su paisaje, pero llena de negruras interiores, sus protagonistas suelen luchar con fantasmas interiores que ocupan buena parte de las páginas. En el estado de reinvención europea que estamos viviendo, quizás simbolice este pesimismo las brumas de la decadencia.


En este contexto Sebastian Bergman es un detective que ofrece un poco más de tensión al asunto en esta investigación que presentamos. Se inicia con el hallazgo de unos cuerpos por parte de unas excursionistas y concluye con persecuciones de infarto. Y entre medio, técnicas de policía científica y asuntos de familia.

Michael Hjorth & Hans Rosenfeldt “Muertos prescindibles” PLANETA

Que la literatura policíaca sueca goza de muy buena salud se constata viendo el catálogo de cualquier editorial que se dedique al género. Y desde hace años. Aún más rica que la italiana –el segundo gran bastión europeo–, desesperanzada, bebiendo de unos personajes con nebulosas interiores, ha sabido ser símbolo de una Europa en clave de ruina territorial e íntima.


En el caso de la serie protagonizada por Sebastian Bergman –el que presentamos es el tercero de la colección–, este tono apagado contrasta en irremediable tensión con estructuras cercanas a las técnicas de la industria audiovisual. No en vano, los autores son famosos productores y guionistas de la televisión sueca; Rosenfeldt, por ejemplo, está en el germen de la más exitosa serie de su país, “The Bridge”. No es extraño pues que utilicen trucos cinematográficos como dividir el texto en pequeñas secuencias –con la cámara se llamarían escenas– en contrapunto o echen mano de una persecución muy peliculera, combinando así acción y trama psicológica.


Tras breves episodios que nos presentan a los personajes que después van a quedar anudados, irrumpe la trama principal: unas excursionistas encuentran una fosa con seis cadáveres. Pruebas forenses indican que fueron asesinados de sendos disparos en la cabeza diez años atrás. El equipo de investigación de la Brigada de Homicidios de la capital se desplaza entonces al lugar de los hechos. Ello da pie a que los lazos afectivo-parentales entre ellos se vayan desplegando, es una trama que permanece abierta, seguramente a la espera de posteriores relatos de la serie.


La investigación en sí, bien llevada en su curso, tiene más que ver en lo demorado y lo básico de su recorrido con esas aventuras juveniles de Los Cinco o Los Tres Investigadores. Y no es un demérito, simplemente la trama policial no tapa la creación de personajes con giros inesperados. Porque, eso sí, hay dos personajes secundarios de raza, tan bien trabajados que parecen sacados del viejo realismo decimonónico. El primero Mehran, hijo de una familia musulmana que adquiere tintes shakesperianos y va creciendo cada vez más en dudas y afán de venganza; la segunda, Ellinor, amante despechada por Sebastian, hace que el lector se recree y entre en un nerviosismo extremo ante su mente irregular y sibilina.


Bien encajado el puzzle, sin ello no hay policiaco que valga, el lector asistirá a un crossover ficcional que quizás no le parezca sublime, pero seguro que le gustará porque encontrará algo afín: un poquito de acción, o de problemas sociales, o de relaciones humanas, o de misterio, o de altas intrigas internacionales… Las seiscientas páginas del libro les aseguro que dan para mucho.



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